jueves, 24 de enero de 2013

Con mil dengues


Hasta hace cuatro años teníamos la sensación de pertenecer a un país moderno. Con algunos vicios heredados, como la insolidaridad fiscal, y otros adquiridos, como la falta de cohesión social, todos creíamos estar habitando una democracia consolidada. Vivíamos una ensoñación.

Ha bastado una crisis económica para sacarnos del error. Somos un país fallido. Una cosa como de Gila. De traca que, incluso, podría ser gracioso si no fuera tan dramático.

La realidad es obstinada y no hay estamento que se salve de la quema. Ocurre delante de nuestras narices, nos van despojando de lo que creíamos nuestro y nosotros nos mantenemos impertérritos, impasibles. Como si fuéramos de escayola.

Teníamos un sistema bancario que pasaba por ser modélico. En las cajas de ahorros estaban representados todas las organizaciones sociales: sindicatos, concejales, empresarios, partidos políticos. Todos ellos percibían unos suculentos ingresos por representarnos. Parece que era lo único que hacían: cobrar. Se concedían créditos sin ningún rigor, como se ha visto en el caso de Gerardo Díaz Ferrán, se inflaban el número y cuantía de las dietas, caso de la CAM, se vendían productos financieros fraudulentos que han arruinado a cientos de familias, se colocaban a los amigos, Rato y Bankia, como ejemplo, pero la relación podía alargarse. Se han cargado el invento. Se han vaciado las arcas pero nadie se considera responsable.

No se ha hecho limpia. No se ha procesado a nadie. Nadie se siente responsable de los robos, de los abusos. Los partidos políticos están salpicados por casos de corrupción y carecen de figuras relevantes, de prestigio, capaces de alzar la voz ante el estado de cosas que vemos a diario.

Se han llenado de “carromeros”, chicos y chicas que se afilian sin terminar el bachiller y creen haber llegado al paraíso. Chicos y chicas con escasa formación, con ninguna experiencia laboral, sin currículum. Jóvenes que han crecido en la cultura del “amen” a lo que diga el jefe político. Chicos para todo –ya se ha visto con Carromero- que, en un golpe de fortuna electoral se convierten en concejales con poder para recalificar terrenos y, consecuentemente, multiplicar su valor. Parlamentarios en los múltiples parlamentos que han crecido en la geografía autonómica, sin formación laboral ni intelectual, incapaces dialécticamente, inútiles incluso para identificar el botón que tienen que apretar, siguiendo las órdenes del jefe de filas.

Asesores que no tienen idea de lo que deberían asesorar, lo que no les impide percibir 4.000 euros mensuales por desempeñar ese papel. Asesores adscritos a un servicio al que ni se molestan en presentarse. Afiliados a un partido que-otro golpe de la fortuna- son los únicos que siempre encuentran empleo, aunque las listas del paro se salgan por arriba y por los lados. Todos conocemos ejemplos. De cualquier partido, de cualquier sindicato.

Empero, no es sólo la corrupción económica lo que nos aqueja. Los periódicos dan cuenta diaria de escándalos que serían suficientes para tumbar a un gobierno: desaparecen alijos de droga decomisados a los traficantes, se descubren fortunas de quien ha dedicado toda su vida a la política, fortunas de quien sólo ha cobrado un salario y no muy elevado, gobiernos de izquierda que indultan a banqueros estafadores, gobiernos de derecha que acomodan la ley para que los delincuentes puedan dirigir las entidades bancarias y que indultan a delincuentes que han sido defendidos por familiares de quienes firman el indulto. Personas que están siempre por encima de la ley, de cualquier ley.

El escándalo de los pagos en dinero negro que, según informaciones periodísticas, han recibido dirigentes del PP es el exponente de la crisis institucional que aqueja al país. El ministro de Hacienda acude al Parlamento a explicar si el ex tesorero de su partido se ha beneficiado de la amnistía fiscal que aprobó el gobierno. Y, lejos de mostrar la vergüenza que siente cualquier español por lo que le está tocando vivir, Montoro se viene arriba, se pone fanfarrón, reparte inmundicia a diestro y siniestro y amenaza al resto de parlamentarios. Nos falta al respeto y nadie en el Parlamento se levanta para decir: debemos una explicación a quien nos eligió. Los portavoces son a cual más mediocre, más incapaz.

Hoy, la EPA indica que el paro alcanza al 26% de la población, que el número de parados se acerca a los 6 millones y Arias Cañete, ministro del gobierno Rajoy, sale diciendo que eso demuestra que la reforma laboral empieza a dar sus frutos. Una reforma laboral que consagra la esclavitud del trabajador. El señorito andaluz nos trata como a idiotas.

Al PSOE se la han metido doblada en su epicentro ideológico. El director de la Fundación Ideas, Carlos Mulas, ha estado abonando 3.000 euros por colaboraciones a una persona inexistente que revertían a su bolsillo. 50.000 euros se ha embolsado con este método. 

Jesús Caldera, vicepresidente de la Fundación y supuesto alma mater de la misma, sale a explicar el fiasco. Lo hace balbuceante, justificándose, niega su responsabilidad. Él fue quien contrató al tal Mulas. Él era quien debía impulsar las acciones para que de la Fundación surgiera la renovación ideológica del socialismo. No sólo no ha sido capaz de extraer ni una idea válida en estos seis años de funcionamiento sino que ni siquiera ha sido capaz de controlar adecuadamente las colaboraciones. Habida cuenta de que la Fundación se sostiene con subvenciones públicas, ¿A quién hay que pedir responsabilidad?

La sociedad está escandalizada, dicen las encuestas. Indignada, dicen otros. Aburrida, harta. Pero sigue votando a los corruptos y a los corruptores, a quienes se venden y a quienes compran. La relación de ejemplos basta para revolver el estómago.

Padecemos una derecha montaraz, inculta, mal educada, faltona, caciquil. Creen que el país es suyo como suyo ha sido intemporalmente el poder, el dinero y el BOE. Sin complejos.

Padecemos una izquierda rendida, vendida, hipotecada, acomplejada. No se atreve a levantar la voz porque sabe que pueden callarla. Estamos vendidos.

La ruindad tiene un límite, dijo Montoro en el Parlamento, con mil dengues, como si estuviera representando El húsar de la Guardia. Eso quisiéramos. Que esto tuviera un límite. Pero no hay nadie ni en la política ni fuera de ella con autoridad moral para decir: un respeto.

10 comentarios:

  1. Como dijo Machado nos encontramos en un país de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta....
    Si nos vamos un poco más hacia atrás como 500 años, ya ni te digo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La cuestión no es volver atrás, que además es imposible. El reto es cómo vamos hacia adelante, Emilio.

      Eliminar
  2. Voy a romper una lanza por la esperanza, yo creo que sí hay quien puede decir: un respeto. Y no es una persona extraordinaria, sino millones de ciudadanos y ciudadanas que han sido, son y serán horrad@s siempre, que hacen su trabajo con responsabilidad que no han ascendido peldaños pisoteando a los demás, personas sensibles ante el dolor ageno, personas humildes muhco más conscientes de lo que ignoran que de lo que saben, dispuestas a arrimar el hombro, valientes, capaces, sin ambición de poder o gloria, miles, millones.

    El problema es que se encuentran lejos de la mal llamada política con mayúsculas, personas que no pertenecen a partidos polícticos o sindicatos o si lo hacen son afiliados de base, la dificultad es ponerlos en primera fila y que desde ahí provoquen el cambio, llenos de la justa indignación de quien cada día se averguenza de lo que ve, escucha o lee.

    Ese es el reto, que dejemos de mirar a todos los lados buscando un salvador, y nos demos cuenta de que está dentro de cada un@ de nosotr@s.

    (que bien que has vuelto!)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también apuesto por la esperanza. Especialmente si aprendemos a unir esfuerzos y empujar en la misma dirección.
      Yo también me alegro de volver, je, je.

      Eliminar
  3. La situación es complicada, y tal como está, invita a pensar que pasarán años para volver al punto en el que todo eran "vacas gordas"...o por lo menos así lo pensábamos...pero no hay que perder la esperanza...besooosss

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenida a esta tu casa, Marita.
      La esperanza en nuestras posibilidades es la única salida que tenemos, sin duda, pero las vacas gordas si alguna vez existieron, no van a volver.
      Un gusto encontrarte.

      Eliminar
  4. Se nota que el Mediterráneo carga las pilas. El Mediterráneo, o el Cantábrico, o el Atlántico. De los Mares del Sur no opino, por puritita ignorancia. ¡Bienvenida a la realidad!
    Perfecto resumen. Triste, muy triste resumen. Pero cierto, muy cierto.
    El viernes veíamos en casa un reportaje sobre el Palacio de Versalles, con las lógica referencias a los tiempos de la Revolución, Mariantonietas, Luisesdieciséis y Gillotinnes.
    Penoso acabar con eso de "qué tiempos aquellos". No digo gillotina, pero escarnio en la plaza pública con un cartelito de "Soy un ladrón, que me aproveché" y una orejas de burro,...
    Besos abundantes y solidarios.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también creo que "estos" -que engloba a gente muy diversa- viven fuera de la realidad y que cualquier día van a aconsejar que comamos angulas si no hay pescado. De hecho, ya estamos oyendo que muchos parados no trabajan porque prefieren cobrar el subsidio. Panda de vagos, les falta decir.
      Una alegría encontrarte en estos lares.

      Eliminar
  5. Esto debería leerlo más gente...excelente retrato.

    Sólo me queda añadir que tenemos un paro por encima de nuestras posibilidades.

    Besitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El paro, la mala educación, la falta de respeto, la economía sumergida, el fraude fiscal...están por encima de nuestras posibilidades, sí.
      Besos, nena.

      Eliminar

Lo que tú digas