jueves, 20 de marzo de 2014

El Mirador de la Memoria en el Valle del Jerte

El Valle del Jerte es un lugar privilegiado que cada primavera sufre una invasión. Entre finales de marzo y comienzos de abril, miles de turistas recorren el curso del río para contemplar la floración de los dos millones de cerezos que crecen en el terreno aterrazado. La blancura de las flores y su abundancia transforman el valle en una pradera nívea, un espectáculo formidable.
En verdad, el valle es un espectáculo en cualquier época del año. Vale la pena parar en cualquiera de los numerosos miradores que ofrece el terreno para contemplar la perfección con que la Naturaleza se ha aplicado para encauzar al río Jerte desde su nacimiento en la altura de Tornavacas hasta la planicie de Plasencia. Un desnivel de 1.500 metros en medio centenar de kilómetros.    
Maravilloso es el mirador del puerto de Tornavacas, con las cumbres nevadas del Calvitero a la derecha, las infinitas terrazas que se multiplican a izquierda y derecha del río y, al fondo, el pantano del Jerte. Pero si hubiera un punto de observación obligado, éste sería el Mirador de la Memoria, situado en la carretera CCV-51 cerca de El Torno.
El visitante sube del Valle a El Torno y se encuentra al torcer una curva con unas siluetas que, así al pronto, le parecen personas desnudas. Y lo son, en efecto, cuatro figuras en escayola –una mujer y tres hombres- salidos del taller de Francisco Cadenilla Carrasco, de un realismo que parecen en movimiento.
No se mueven. Sus pies se posan sobre rocas que, probablemente, sirvieron de observatorio a los guerrilleros republicanos que se refugiaron en estos montes al término de la contienda. “A los olvidados de la guerra civil y la dictadura”, reza un letrero sobre la piedra. El mirador se inauguró en enero de 2009 a instancias de la Asociación de Jóvenes Comarca del Jerte y el respaldo del Ministerio de Presidencia –ocupado entonces por María Teresa Fernández de la Vega, no confundir con su actual titular Soraya Sáenz de Santamaría-.
“En estas sierras el olvido está lleno de memoria”, se puede leer en el cartel. Y tal aserto es una verdad a medias: las figuras masculinas fueron tiroteadas el mismo invierno del 2009. Aún pueden verse los agujeros de las balas. Setenta años habían transcurrido desde que se emitiera el último parte de guerra, aquél que mostraba al Ejército rojo “cautivo y desarmado” y a las tropas Nacionales habiendo alcanzado “sus últimos objetivos militares”.
Produce congoja observar los balazos. Congoja, por la persistencia del odio, del rencor, de la intolerancia. Congoja, por la insensatez de balear a unas figuras de escayola. Congoja, porque los disparos están hechos por la espalda.
Los maquis parecen disponerse a trepar por los riscos para huir de la persecución, del peligro, 75 años después.   
“Sierra y libertad”, concluye el cartel. Y paz, piedad y perdón, cabría añadir.   

3 comentarios:

  1. Una vez más me vuelves a sorprender con tus comentarios. Parecería que nunca estuve allí.

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  2. Los que no olvidan, no son pocos, están en todas partes.

    En cuanto al valle del Jerte, me encantaría verlo con los cerezos en flor, por lo que me han contado es algo digno de ver.

    Saludos

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  3. Que preciosidad de valle y que sobrecogedor el mirador, sigo tomando nota me encantaría visitarlo.
    Besos

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