viernes, 25 de abril de 2014

Tierra de fraternidad


Cuando empezaron a llegar las primeras noticias no teníamos idea de lo que iba a significar en nuestras vidas, no habíamos oído hablar de Grandola y apenas algo de Zeca Afonso pero con los primeros compases de Grandola villa morena, las primeras imágenes de tanques en las calles de Lisboa y de claveles en los cañones militares supimos que esta vez iba en serio: había un resquicio de esperanza y nosotros éramos jóvenes.

Con el tiempo hemos conocido los pequeños detalles de una fecha histórica, quién proporcionó los primeros claveles, el sargento que se negó a cumplir la orden de disparar, el cabo que aseguró no ser capaz de hacerlo, pero aquel 25 de abril, del que ahora se cumplen 40 años, desembocó en la Revolución de los Claveles, en la caída de la dictadura salazarista, ya sin Salazar, y en la democratización de Portugal, ya para siempre tierra de fraternidad. En España el proceso se vivió con ilusión en los sectores que apostaban por la apertura democrática y con resquemor por quienes pretendían mantener el franquismo con Franco o sin él.
La fecha invita a mirar hacia atrás para comprobar el camino recorrido y también el que queda por recorrer, invita a hacer balance de lo conseguido, a medir el riesgo de lo que se puede perder. “Hay que pensar en el pasado pero vivir y mirar el presente”, se sugería días atrás en la mesa redonda organizada por el Teatro del Barrio. Allí, se subrayó la diferencia entre el proceso de transición vivido en España y la ruptura que se vivió en Portugal, entre la emoción de la revolución y el aburrimiento de la política cotidiana y se apuntó que entonces el poder cayó en la calle y alguien lo puede volver a recoger. Resultó especialmente gratificante escuchar a Francisco Louça, un político y economista luso, lúcido y realista, como suelen ser los portugueses, afirmar que aún “tenemos tiempo para hacer algo, pequeñas o grandes cosas”.
Aquel 25 de abril una generación de jóvenes que habitábamos la península sospechamos que había llegado o estaba a punto de llegar nuestra hora. Como entonces, cada generación intuye cuando es llegada su hora de hacer pequeñas o grandes cosas, cada cual en su campo, de acuerdo a sus capacidades y oportunidades. 

Escribir es también una forma de resistencia.

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