domingo, 28 de septiembre de 2014

Tito, señor de Úbeda

La tradición alfarera de Úbeda hunde sus raíces en su etapa andalusí pero se ha mantenido viva a lo largo de los siglos hasta el punto de que los alfareros tienen su propio barrio, al este de la ciudad. Es la ubetense una alfarería fácilmente reconocible por sus verdes y sus azules vidriados y sus filigranas como encaje, que en la memoria colectiva remiten indefectiblemente a un nombre mítico: Tito.

Aunque Úbeda es una ciudad que está bien dotada de personajes ilustres -Joaquín Sabina y Antonio Muñoz Molina entre ellos- y aunque al pasear por sus calles los viajeros se encontrarán con frecuencia con el nombre de Tito, para la viajera, el Tito por excelencia es Juan pero el patriarca de la saga fue Pablo Martínez Padilla, su padre, un artista que gozó de enorme popularidad y que murió a punto de cumplir los noventa, antes de agotarse el siglo XX. Pablo, y también otros maestros alfareros de Úbeda como el Músico (Francisco Ortega) y el Guindilla (Salvador Góngora), enseñaron el oficio a Juan, Juan Martínez Villacañas, y, aunque otros alfareros llevan el apelativo familiar, la viajera sólo quiere subrayar que Juan, el Tito al que tanto admira, es Premio Nacional de Artesanía (2006), en su primera edición.

La innovación y la tradición son valores que en esta casa se heredan con el apellido, a lo que parece. De hecho, esa conjugación es lo que salvó a Tito y a su alfar cuando la introducción en el mercado de nuevos materiales –plásticos, aceros- desterró los cacharros de barro y llevó a la ruina y a la desaparición a muchos talleres en toda España. Juan, para quien la alfarería es un “reducto donde sobreviven valores y costumbres de un mundo más austero pero también más humano”, apostó entonces por la recuperación de formas y técnicas olvidadas y por repensar la utilización de las piezas tradicionales. 

Las piezas del alfar de Tito conservan las formas ancestrales que ya moldearon los griegos y luego los árabes con los dibujos y colores que durante siglos dieron fama a la artesanía ubetense y las texturas antiguas y modernas. Algunas tienen un uso específico –para guardar ajos, la sal, fruteros, botijos- pero otros tienen la única función de embellecer el lugar que ocupan. La alfarería, conviene no olvidarlo, es un arte en el que confluyen los cuatro elementos de la Naturaleza: la tierra, el fuego, el agua y el aire.  
     
Del alfar de Tito han salido no pocas de las piezas que se exhiben en algunas de las películas de época, incluidas las más de 300 que se elaboraron expresamente para la película Alatriste, dirigida por Agustín Díaz Yanes y protagonizada por Viggo Mortensen, que tuvo en Úbeda también muchas de sus localizaciones.

La viajera confiesa sin rubor que conoció a Tito hace más de tres décadas –el alfarero, con mejor memoria, puntualizará año, lugar y compañías- y que se acerca al alfar de la Plaza del Ayuntamiento, 12, con el temor de hallar a su amigo retirado del oficio. Para su alegría, lo encuentra con su blanca melena leonada a lo Rafael Alberti, jubilado aunque plenamente activo, alegre y dicharachero como siempre y con una memoria prodigiosa. Será él quien repase la lista de los amigos comunes, algunos, como Juan Abad y José María Kaydeda, desaparecidos ya. Y tú, ¿qué haces?, pregunta a la viajera, para reprocharle veladamente la respuesta: Una periodista no se jubila nunca. Del periodismo no, pero de ir a trabajar, sí. Ah, bueno, dice, poco convencido.

Los viajeros salen de la casa de Tito con un botijo con vidriado azul y una campana que añadir a su colección, regalo de su amigo. Pero sobre todo, sale con la emoción de tanta belleza junta y la alegría de conocer que al frente del alfar se encuentra ya la tercera generación: Juan Pablo Martínez, hijo de Juan y nieto de Pablo, que en 2012 ha recibido el Premio Nacional de Artesanía en la modalidad Innova.

1 comentario:

  1. Son preciosas, casi se aprecia desde aquí la suavidad morosa de su superficie.

    Que gusto de viaje ¿eh?

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