viernes, 24 de octubre de 2014

Ni la Virgen del Rocío ni el Padre Peyton, valores cívicos

El presidente del Gobierno, tan parco en declaraciones, repite que en España vivimos la más grande crisis que han visto los siglos. Ocurre, sin embargo, que este país está acostumbrado a pasar crisis a cual peor y más grande. Desde las sucesivas bancarrotas de los siglos XVII y XVIII –cuando los reyes se pulían malamente los tesoros que llegaban de América- a la pérdida de las colonias en 1898, los españoles andamos ya curados de espantos.  

La última de estas crisis, la del finiquito del imperio, dio lugar a una extensa producción filosófica, artística y literaria: la generación del 98. Esa es una de las diferencias respecto a la crisis actual, donde se aprecia un silencio casi general, una ausencia de intelectuales que analicen lo que sucede. Si se exceptúa Antonio Muñoz Molina y su libro Todo lo que era sólido –en el que, a modo de espejo, refleja lo ocurrido en los últimos años-, Juan José Millás en sus columnas de los viernes –en un tono entre irónico y realista- y algún otro comentario suelto de Luis García Montero o Javier Marías, los intelectuales no están dándose por aludidos. Sólo El Roto con sus viñetas parece ser capaz de expresar la frustración general.

Hoy, El País publica un artículo de Luisgé Martín –un escritor de segunda fila en el escalafón oficial- con el llamativo título de Aureliano Buendía y Pablo Iglesias en el que expone con crudeza una realidad que con frecuencia soslayamos. La corrupción es una realidad transversal que va de la Casa Real al Ejército pasando por la Justicia y la Banca, la Hacienda y la Iglesia, los partidos políticos y los sindicatos, sí, pero también la ciudadanía. “La hipótesis de que basta con cambiar a la clase dirigente para enderezar el rumbo es perversa y traerá frustración en el futuro”, advierte. La cultura del pelotazo no es virus privativo de las clases pudientes, ni el clientelismo, ni la pillería, ni el escaqueo. Como bien señala Luisgé Martín, vivimos “en un país donde el que no defrauda es porque no tiene la ocasión de hacerlo y no por convencimiento ético”.

Esa es la tarea real que tiene por delante Podemos o cualquier formación que pretenda un cambio real en España. Introducir la moral en la vida cívica. Que no es, como parecen pretender algunos ministros, poner en nómina a la Virgen del Rocío o a la del Pilar, sino inculcar en la ciudadanía que cada cual es responsable de lo que sucede en su entorno, que corrupción no es solo levantarse una pasta o privatizar los servicios públicos en beneficio de intereses privados sino también tirar la basura fuera de su lugar o abusar de esos mismos servicios públicos. Y consentir que se malbarate lo que es del común.

Habituados como estamos a confundir moral con religión, el descrédito de las iglesias dominantes parece haber invalidado los principios de la moral pública que, contra lo que parece defender el PP, no es volver al rosario del Padre Peyton en la Castellana sino la defensa de los valores cívicos: la tolerancia, la educación, el respeto al otro, la igualdad, la distribución a cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus posibilidades…

No hay que inventar nada pero en España estamos acostumbrados a llegar con retraso. La Contrarreforma data del siglo XVI. La Revolución Francesa, de 1789.

1 comentario:

  1. Así es, la frase clásica que demuestra la carencia de esos valores cívicos es la que tenemos inculcada y dice " póngame donde haiga que ya me las arreglaré". No vale cambiar a la personas hay que cambiarlas pero desde la base con educación y respeto a lo que es público y eso con los actuales sistemas educativos por los que hemos pasado, ni de lejos.

    Saludos

    ResponderEliminar

Lo que tú digas