viernes, 5 de diciembre de 2014

La mirada palestina al futuro




Me enfrento al tercero de los cinco retos que me ha propuesto Laura García con la mezcolanza de emoción y pesadumbre que me acomete siempre que he de hablar de Palestina.

Palestina es una zona geográfica situada entre el Mediterráneo y el Jordán, entre el Líbano y el desierto del Negev; históricamente, es cuna de civilizaciones y de religiones; políticamente, tierra disputada por judíos y árabes, los verdaderos palestinos. Actualmente, se divide entre Israel, que ocupa la mayor parte del mapa, y los territorios ocupados y la franja de Gaza: un verdadero galimatías político y jurídico, un túnel legal en el que van viendo pasar el tiempo generaciones de judíos y palestinos sin hallar la salida.       

Palestina puede ser observada desde cientos de perspectivas, yo quiero hacerla desde sus niños. 

Los niños judíos que viven hiper protegidos -escoltados por adultos armados hasta las pestañas en sus intinerarios escolares- por el temor, no infundado, de sufrir un atentado, como estos de la foto, tomada en la zona árabe de Jerusalén, invadida por nuevos colonos judíos; 

los niños de los territorios ocupado de Cisjordania, que viven con el mismo temor, igualmente fundado, de ser víctimas de un ataque israelí que arrase sus casas, sus pueblos, su familia y a ellos mismos.  

Niños y familias palestinas que ofrecen al visitante lo poco que poseen con una alegría que nadie sabe de dónde sacan;

 

que viven en viviendas precarias, privados de servicios que cualquiera consideramos básicos, como ésta de Rahat;  

y aún peores, como estas chabolas beduinas, porque los beduinos ocupan en Israel un lugar inferior en la escala social, amenazados de perder sus tierras y sus escasas pertenencias. 

frente a las viviendas-bunquer judías próximas a la franja de Gaza, de donde proceden los misiles que hieren a los niños de Sderot; 

Los niños son niños en cualquier parte del mundo que hayan ido a nacer. Y lo que quieren es jugar, como estos niños de un parque cercano a la Knesset, el Parlamento, en Jerusalén.

Y observar lo que ocurre alrededor, como éstos de Kalandia

 

 O estos, de Rahat;

Niños que miran con curiosidad y recelo a los desconocidos 

como estos de Hebrón,

niñas que se sueñan princesas, en un lugar tan amenazado como la misma Hebrón, cuyos habitantes se precian de haber nacido en la ciudad más antigua del mundo permanenentemente habitada.


y se entretienen como en cualquier parte del mundo; como estos de uno de los campos de refugiados cercanos a Kalandia.

 

Pero incluso en la miseria y el abandono hay categorías; hay niños obligados a trabajar como adultos, como este pastor de Cave Village;

 y estos otros en mitad de la nada, cerca del desierto del Negev.

Niños que sueñan con huir de su realidad asidos a un ramillete de globos, saltando los muros que Israel construye para protegerse y para aislarse , 

Niñas que han nacido en un campo de refugiados, como sus padres, y te interrogan con la mirada,

Niñas en cuya sonrisa se lee la determinación de los supervivientes; 

 

y otras que reclaman tu atención, tu interés. Que te piden que no les olvides, que te dicen que quieren ser como eres tú: libre. 

De entre todas ellas traigo a este tercer reto la mirada de estas dos niñas que nos contemplan en blanco y negro en la cabecera. La foto fue tomada en el paso de Kalandia. 

Paso es un término eufemístico para referirse a las fronteras interiores que Israel ha colocado en los accesos a los pueblos palestinos. Verjas de hierro que se abren administradas al buen tuntún, con el propósito declarado de controlar el acceso de los palestinos a Israel -de los palestinos que logran autorización-; en realidad, una forma más de humillar a unos habitantes humillados desde su nacimiento. Las cancelas se abren y cierran a discreción y los palestinos se ven obligados a permanecer horas constreñidos en esos pasillos metálicos, a la espera de que se abra la cancela que les permita ir a trabajar, a comprar, a estudiar o a ver a sus familiares. Eso, los afortunados. Los hay que no logran el permiso para salir de los territorios ocupados. Los hay, también menores, niños incluso, que son apresados y encerrados en cárceles durante meses, años, a la espera de juicio. 

Pues allí, en el paso de Kalandia fueron tomadas esas fotos. Una mujer joven con tres niñas, dos de ellas gemelas, hacían cola para atravesar la frontera. Una de las gemelas en brazos de la mujer, la otra, en brazos de una niña que a duras penas tendría los diez años. Todas ellas con el semblante de un cansancio más largo y antiguo que la espera. Me sorprendió que las niñas no lloraran en el tiempo que coincidimos con ellas ¿Puedo hacerles unas fotos?, pregunté. La mujer asintió y posó, con amabilidad y paciencia. Luego, las niñas. Ahí están, con esos ojos que miran a un mundo que, probablemente, no comprendan. Ese mundo que se empeña en negarles el futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo que tú digas