jueves, 26 de junio de 2014

Literatura y realidad en Venecia



Venecia es una ciudad única e inigualable, mágica. Asentada en una laguna, muchas de sus calles son canales por las que circulan góndolas –las menos- y motoras de distinto pelaje, vaporetos, taxis y lanchas miles. Sin contar los barcos -incluidos los enormes cruceros- que atracan casi a la vera de San Marcos. Es una ciudad hermosa pero vulnerable, muy vulnerable, pues lleva en su esencia, el agua, su propia destrucción.
Sobre la ciudad de los canales han escrito cuantos han pasado por ella, tal es la impronta que deja en los visitantes. Protagonista ella misma de sesudos estudios y de novelas románticas, de acción o de misterio. Sus mil recovecos se prestan a ello, al romanticismo y a la intriga.
Donna Leon es una escritora americana que eligió vivir en Venecia y que en esta ciudad sitúa la acción de sus novelas que tienen en el comisario Brunetti como protagonista. Escribe en inglés y asegura que sus novelas raramente son traducidas al italiano, por lo que apenas es conocida en su ciudad adoptiva, lo que le otorga un anonimato que le permite zascandilear por Venecia sin la impedimenta de la fama.
Al margen de la trama policiaca de sus novelas, a través de sus personajes, singularmente del comisario Guido Brunetti, pero también de su mujer, Paola, y de sus hijos, Chiara y Raffi, de su ayudante Vianello, del jefe –vicequestore- Patta, de la signorina Elettra, Donna Leon hace un retrato de la sociedad veneciana, sus costumbres, sus virtudes y sus vicios, que parece muy ajustada a la realidad, con una ironía más latina que sajona.
En la última de estas novelas –Muerte entre líneas- se narra el robo de varios libros valiosos de una biblioteca pública, para su venta a coleccionistas con dinero y sin escrúpulos. En alguna otra novela Brunetti ha aludido al proyecto Moisés -un sistema de compuertas ideado para proteger a la laguna y a la ciudad de la subida de nivel del agua- a su elevado coste y las redes de intereses tejidas en torno a plan. Pues bien, días atrás el alcalde de Venecia era detenido junto a una treintena de personas, acusado de corrupción vinculada al proyecto Moisés. El alcalde, Giorgio Orsoni, conocedor quizá del aguante de su electorado, había pactado con la fiscalía una pena menor y una multa al tiempo que anunciaba su intención de no dimitir. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, le ha “persuadido” de la conveniencia de una retirada y el alcalde, finalmente, ha dejado el ayuntamiento.
Deseando estoy de leer cómo interpreta Donna Leon esta dimisión, inédita en los anales de la corrupción veneciana, italiana y –para qué vamos a andarnos con remilgos- española.   

miércoles, 25 de junio de 2014

Ana María Matute: el invento de la vida

Desde primera hora ya se veía que el 25 de junio de 2014 iba a ser un día para el recuerdo. A primera hora se anunciaba la dimisión de Magdalena Álvarez, imputada por el caso de los ERE’s de Andalucía. Álvarez deja la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones, una bicoca por la que percibía más de 20.000 euros mensuales, argumentando que el gobierno Rajoy quiere colocar a uno de los suyos en la vicepresidencia. De los ERE’s, ni media palabra. Pero ha dimitido.  

A media mañana, saltaba la noticia de la dimisión de Willy Meyer, sempiterno candidato de Izquierda Unida al Parlamento Europeo, por participar en un fondo de pensiones gestionado por una sicav de Luxemburgos, un tipo de empresas que gozan de grandes desgravaciones fiscales.

Las sicav no son ilegales –contra lo que muchos quisieran- pero resulta incongruente que quienes se quejan de los privilegios que gozan las grandes fortunas, se apliquen a sí mismos esos privilegios. Meyer, que había sido muy cuestionado internamente en las últimas elecciones, no es el único que ha firmado dicho fondo de pensiones pero dimite por ello.

Un poco antes, el juez Castro imputaba a la infanta Cristina por blanqueo de capitales y delitos fiscales. La hija y hermana de reyes no va a ir a la cárcel, seguramente ni siquiera sea procesada, pero a estas alturas muy pocos ignoran ya que ella y su esposo –los aún duques de Palma de Mallorca- montaron un chiringuito para vivir de los réditos que reportaba el apellido, de comisionistas. La infanta imputada, lo nunca visto.

Pero lo que marca realmente el día, lo que hace de hoy una fecha para el recuerdo es la marcha de Ana María Matute, una escritora libre, rebelde y siempre moderna, enamorada de la palabra. Matute, una de las excepciones entre tanto macho de la Academia de la Lengua, deja una producción literaria de la pueden disfrutar por igual niños y mayores. El que no inventa, no vive, declaraba hace tiempo. Su ingenio, su inventiva hace palidecer cualquier noticia por extraordinaria que ayer nos hubiera parecido. El inmenso poder de la buena literatura.

domingo, 22 de junio de 2014

Fatalidad



El parque del Retiro es un pulmón verde en el corazón de Madrid. Miles de personas se pasean a diario por sus veredas, hacen deporte, juegan, leen, charlan, toman el sol, pasan el rato a resguardo de la circulación que, en esta zona, siempre es intensa.

Ayer, un padre y sus dos hijos hacían tiempo a la sombra de un árbol mientras esperaban a la madre de los niños. Una rama de ese árbol se desgajó y acabó con la vida del hombre. 38 años tenía.

La calle Doctor Cortezo comunica las plazas de Tirso de Molina y Benavente, también en el corazón de Madrid. A diario discurren por esta vía miles de coches, miles. En enero de 1999, se cayó un trozo de cornisa del teatro Calderón –que hace esquina con la plaza Benavente- y fue a caer sobre un coche ocupado por cuatro jóvenes. El impacto causó la muerte de una joven que iba en el asiento trasero.

Por las autopistas circulan a diario millones de coches. Millones. El jueves pasado, unos ladrones se llevaron de una nave industrial ballestas que allí se hallaban almacenadas. Al verse sorprendidos por el propietario fueron desprendiéndose de las barras metálicas por el expeditivo método de arrojarlas a la calzada. Una de ellas se introdujo en un coche que circulaba por la autovía, se clavó en una pasajera que murió desangrada.

La Dama del Alba los esperaba en el punto y a la hora fijados para la cita. La fatalidad –el destino, el hado, la providencia, el sino- es algo más que un recurso literario.

jueves, 19 de junio de 2014

Felipe VI jura la Constitución

Hay tres jueves en el año que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión, se recitaba cuando era pequeña. De esos tres jueves, hoy apenas celebramos el de Semana Santa y porque suele ser inicio de puente largo. Excepto en 2014, que el Corpus Christi ha coincidido con la proclamación de Felipe VI como rey constitucional.

Los preparativos de los últimos días han tratado de blindar el centro de Madrid. Esto, que parece una frase hecha, resulta que es verdad. No hay manera de moverse por la almendra de la ciudad sin toparte con una lechera, una furgona o un grupo de policías haciendo su trabajo. Por lo general, con pocas incomodidades, excepto el helicóptero que sobrevuela el centro produciendo un ruido que, al cabo de las horas, resulta incómodo. El “mosquito” estuvo dando la tabarra hasta bien entrada la noche del miércoles y ha vuelto muy temprano el día D.

Al levantarte, miras al cielo y te topas con el helicóptero –luego descubrirás que no hay uno sino varios-, miras hacia la calle y lo primero que ves es una pareja de polis en traje de faena. Estamos rodeados, comentas con el colega.

Las teles se han puesto de largo para comentar los actos institucionales en el Congreso de los Diputados y en el Palacio Real. Mucho periodista talludito para opinar y mucho periodista joven para informar. La proclamación ha empezado bien: por primera vez, el nuevo rey ha elegido una ceremonia estrictamente civil. Con ello, no sólo se ha adecuado a la letra y el espíritu constitucional sino que se ha evitado la homilía del Tarancón de turno. El presidente del Congreso, Jesús Posada, vive su cuarto de hora de gloria, en plan Rodríguez de Valcárcel actualizado. Quién se lo iba decir cuando Aznar le dejó al cargo de la finca en Castilla y León.

En la tribuna, a los padres de Leticia -él con su actual mujer- los han separado por una columna, quizá para evitar líos. Los expresidentes –González, Aznar y Zapatero- lucen sendos caretos, como si no hubieran acabado de digerir algo. Las infantillas pequeñas, Leonor y Sofía, están modositas y graciosas, vigiladas de cerca por su madre, la ya reina Leticia. De la que me he librado, pensará la pequeña.

En su discurso, Felipe VI habla de los hombres y mujeres de su generación pero olvida a los que se ha echado del país. Habla también de impulsar las nuevas tecnologías, la innovación y del papel que han de desempeñar las mujeres en esa España del futuro, lo que no deja de ser una paradoja en su caso, que ha sido preferido sobre sus hermanas por el sólo mérito de ser varón. No es un gran discurso, ni demasiado rompedor pero se le entiende lo que dice, lo que ya es más de lo que pasa con los que utilizan el metalenguaje, tipo Rajoy, Cospedal y así.

Al terminar el acto, las cámaras buscan a los dos parlamentarios que subsisten de la proclamación de Juan Carlos I: Celia Villalobos –que entonces era progre- y Alfonso Guerra: el dinosaurio sigue ahí.

El interés está en la calle más que en la tele, le digo al colega. En ese momento, observamos el paso de un coche con una bandera tricolor sobre el techo. La policía le da el alto y conmina a sus ocupantes a quitar la enseña. Éstos, que no cumplen ya el medio siglo, se resisten cuanto pueden pero la policía se muestra firme. Finalmente, la retiran del coche y la extienden, sostenida entre los cuatro. Algunos transeúntes se prestan a ayudarles. La policía les pide la documentación, se la muestran. Les indican que recojan la bandera. Una pareja de vejetes, vestida de blanco impoluto, que pasean a sus perros, se acercan al grupo, hacen fotos y se van.

Los policías han debido de pedir refuerzos porque, de pronto, aparecen otros tres coches policiales de los que se apean varios efectivos: 14 en total rodean a los de la bandera republicana en plan circulen y disuélvanse en grupos de uno. Una desmesura. La gente se amontona, una veintena, calculo, y empieza a gritar: Basta ya de Estado policial. El mosquito también parece haberse enterado porque sobrevuela la zona.

Los policías se lo toman con calma. Dan ganas de bajar y explicar que esa bandera un día fue la nacional, por la que dieron su vida miles de españoles pero, finalmente, una de las mujeres la recoge, se la enrolla en torno al cuello, a manera de fular y se va caminando. Los demás entran en el coche y se van también.

El centro de Madrid está tomado. Tomado por la policía y por miles de banderas roja y gualda portadas por gente de toda edad, muchos jóvenes y muchas mujeres. La estación de metro de Sol está cerrada al tráfico y en la de Callao sólo se permite un acceso. Un chico se empeña en tomar una dirección prohibida y una docena de vigilantes se le echan encima. Hay como un exceso de testosterona en el ambiente.

Cientos de personas siguen acodadas en las vallas de las aceras de Gran Vía, por donde unos minutos antes ha pasado la comitiva real. Sobre la fachada de los cines Callao, una enorme pantalla transmite el itinerario de los reyes, que acaban de llegar al Palacio Real.  

El paso hacia la Plaza de Oriente está controlada por un único acceso, regulado por varios arcos detectores de metales, lo que provoca un atasco enorme de quienes quieren entrar y no pueden hacerlo, incluso después de que los reyes –cuatro, como en la baraja- hayan salido a saludar.

A lo largo de la calle Arenal un río de gente se encamina a la plaza de Oriente portando banderas de diverso tamaño. Los hay que caminan con paso marcial, que recuerda otros tiempos, otros modos. Los hay con cara de fervor, los hay con aire festivo, hay grupos, familias, parejas. A la altura de la iglesia de San Ginés, alguien grita: Viva España, y el grito es respondido con entusiasmo por cientos de voces. Viva el Rey, se oye a continuación, y el grito es coreado con la misma pasión. Se respira una mezcla de enardecimiento y jolgorio. Hasta la discoteca Joy Eslava -que gusta a Froilán- Los republicanos estamos en absoluta minoría.

En esos momentos, tres helicópteros vuelan sobre nosotros produciendo un ruido molestísimo. Puto mosquito, mascullo. El colega me mira con conmiseración y empieza a razonar sobre los modos de gobierno que cada pueblo idea para el mejor gobierno, desde los griegos a hoy.

Sol está tomado por las fuerzas de Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno que, según se asegura, aspira a la Alcaldía de Madrid. Una muestra de poderío: bomberos, Samur, distintos modelos de vehículos policiales, un hospital de campaña. La zona 0 de un hipotético conflicto. Sobre la fachada de la Comunidad, un enorme cartel con la imagen de los nuevos reyes.

En la plaza de Tirso de Molina se ha concentrado medio millar de personas reivindicando la República como forma de gobierno, rodeados por un número ligeramente inferior de policías.

En la calle Relatores, donde vive Joaquín Sabina, ha tomado posiciones una lechera policial. Dos efectivos charlan con los que pasan. Estarán ahí por si los reyes vienen a visitar al cantante, comento con el colega. Pero él, empeñado en darme la charla sobre la democracia y la dictadura de los griegos, sigue hablando de Alcibíades y Pericles y de Aspasia, la primera mujer que habló en la Asamblea de Atenas. Que los de Podemos y sus asambleas se creen que han inventado algo y eso ya estaba inventado en Grecia, insiste.


¿Qué Podemos lo inventaron los griegos?, digo, entre risas. Pasamos en esos momentos junto a un grupo de los 9.000 policías que han blindado Madrid, que quizá nos han oído y nos miran como si fuéramos marcianos. Pues sí, machaca el colega, y desde entonces en materia de política está casi todo inventado. También en eso tiene razón. Seguro que alguien se lo ha contado ya a Felipe VI.

miércoles, 18 de junio de 2014

Los mejor preparados

Quienes hemos nacido en los años cuarenta del pasado siglo hemos vivido, como poco, el estreno de cinco Papas de Roma –uno de ellos desaparecido de manera sospechosa, por decirlo diplomáticamente, y otro víctima de atentado aún no aclarado- la muerte de Mao –que era como el emperador de un imperio naciente- el asesinato del presidente de Estados Unidos –Kennedy- en la cumbre de su poder –el presidente y la nación- la desaparición del bloque soviético, el fin de la guerra de Vietnam, el fin del apartheid sudafricano, la reunificación de Alemania, el asesinato de Olaf Palme, la caída del sah de Persia, decenas de golpes de Estado y casi tantos procesos de democratización, la descolonización en África, el Mayo del 68, el movimiento beat, la revolución de los Claveles en Portugal, la muerte de Franco y el acceso de un nuevo rey que era a la vez el candidato colocado por el dictador y el heredero natural de la dinastía, cogido como a la pata coja. Y, ahora, la abdicación de aquel rey –conocido como Juan Carlos I- y la llegada de su heredero varón, en el mundo Felipe VI.

Eso, por citar de memoria y sin echar mano de San Google, patrón de los desmemoriados. Y sin hablar ni media palabra de los avances tecnológicos que nos han colocado de golpe y dentro de casa en lo que veníamos llamando el futuro. Quiero decir que, sólo con mirar alrededor, hemos tenido una vida entretenida. O lo que es lo mismo, que si has cumplido sesenta y dices que te has aburrido es que tienes que ser muy desaborido.
Mi generación puede quejarse de algunas cosas pero no de haber carecido de emociones. Hemos sido testigos y en algún caso hemos protagonizado momentos estelares en la historia de este periodo. Hemos conquistado avances sociales que nuestros padres creyeron imposibles y nuestros abuelos ni siquiera fueron capaces de imaginar. Hemos vivido momentos prodigiosos.
Lástima que no fuéramos capaces de vislumbrar que en materia de conquistas sociales no hay nada definitivo y que a la mínima que te descuides te hurtan los derechos que creías irreversibles. Eso es lo que ha ocurrido con la sanidad, la enseñanza, las pensiones y la dependencia, los cuatro pilares del Estado de Bienestar, que el gobierno actual está desmontando o entregando a empresarios de su cuerda.   
Vivimos hoy, dicen, otro momento histórico. Seguro que es verdad aunque no comparta los motivos que esgrimen quienes afirman tal cosa. La llegada de un nuevo rey, el mejor preparado de cuantos se han sentado en el trono.
No hay motivos para sospechar de la preparación del monarca, nuestros dineros nos ha costado. La suya y las que le siguen son las generaciones mejor preparadas de nuestra historia, muchos de ellos pueden mostrar un expediente académico intachable, hablan idiomas con soltura, están al nivel de los profesionales de los países más avanzados.
Pues bien, esas generaciones tan bien preparadas, en quienes hemos invertido capital y esfuerzo, son las que se están viendo obligadas a buscar trabajo fuera de aquí so pena de arriesgarse a malvivir o a vivir a costa de la familia. Son a los que se está echando del país. Haciendo un cálculo somero sólo entre familias próximas, he calculado ocho jóvenes entre los 35 y los 45 que están trabajando en el extranjero, sin que ese fuera su plan inicial. Ocho.
Está bien que uno de ellos, Felipe de Borbón, haya encontrado acomodo pero dudo de que el suyo sea un buen ejemplo. Después de todo, este es un puesto de trabajo hecho a su medida, para el que no ha habido pública concurrencia y al que sólo se accede por influencia paterna. Bien preparado, dicen. Por enchufe. Así, ya se puede.