miércoles, 4 de febrero de 2015

A Carl Djerassi, con agradecimiento

Andamos tan enfrascados en el día a día que con frecuencia se nos pasan las cuestiones trascendentes. El último día de enero fallecía Carl Djerassi, uno de los padres de la píldora anticonceptiva. Djerassi tuvo una vida plena de satisfacciones: además de sintetizar el principio químico –la hormona noretisterona- que permitió regular el ciclo menstrual de las mujeres, escribió obras de teatro y noveles y reunió una notable colección de cuadros de Paul Klee, que había donado al Museo de Arte Moderno de San Francisco y al Albertina de Viena, su ciudad natal.
A él y a los científicos que intervinieron en el descubrimiento científico las mujeres les debemos gratitud infinita. En buena medida, ellos nos proporcionaron la libertad más apreciada: la de la maternidad. La píldora anticonceptiva oral combinada, universalmente conocida como la “píldora”, nos permitió decidir de manera autónoma, como una elección estrictamente personal, si queríamos ser madres o no. Y si queríamos serlo, cuándo.
Fue un paso decisivo en la autonomía personal de millones de mujeres en todo el mundo. Se comercializó a mitad de los años 60, con no pocas dificultades. En algunos Estados de la avanzada Norteamérica inicialmente no se dispensaba a mujeres solteras. A España llegó a finales de los sesenta pero sólo a partir de octubre de 1978 pudo adquirirse legalmente como anticonceptivo. Hasta entonces, las mujeres debían contar con la complicidad de los ginecólogos, que la recetaban bajo cualquier excusa, y siempre con receta. La mayoría de los farmacéuticos declararon una guerra santa contra la famosa pastilla y muchos se declararon “objetores de conciencia” en la materia. La casuística de aquellos años da para muchos sainetes.
Tres años antes de que se modificara el artículo 416 del Código Penal para legalizar el uso de la píldora, en 1975 se calculaba que 500.000 españolas la utilizaban para regular su fertilidad, cifra que se duplicaba en un lustro. Había empezado una época de decisiones personales.
Que la tierra acoja y sea leve a Carl Djerassi. Con agradecimiento.

1 comentario:

  1. Aparte de las dificultades para que un médico te la recetara, estaba la mala cara que te ponía el boticario o lo que se decía en la calle de aquellas que las tomaban, en aquella época mi esposa. Creemos que todo ha cambiado, pero me si no me equivoco, aún tenemos alguna farmacia que se niego por cuestiones religiosas a vender este tipo de producto.

    Saludos

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