sábado, 28 de febrero de 2015

Periodismo de holograma

Los sesenteros somos de naturaleza analógica. Nada de lo que es normal para los niños que han nacido en este siglo existía en nuestra infancia. Ni Google, ni internet, ni los móviles, ni televisión, ni siquiera los ordenadores. Nos comunicábamos a viva voz y nos divertíamos a base de mucho palique, mucho correr y hazañas de este tipo. Algunos nos hemos reciclado en la medida en que hemos podido pero por naturaleza somos analógicos.
Cuando yo era pequeña, para hablar por teléfono entre Barcelona y un pueblo de Burgos había que ir a la oficina local de Telefónica, que era la única empresa de telefonía que había y además era nacionalizada, pedir una conferencia, la compañía mandaba aviso de conferencia y fijaba una hora para la comunicación que luego se producía siempre con una hora de demora por lo menos, a voces en el locutorio y con múltiples interrupciones. “Le pongo su conferencia con Barcelona en la cabina 1”, decía la señora que colocaba las clavijas. Y allí que ibas tú a gritar al teléfono y a todos los presentes.
Con esos antecedentes, comprenderéis que las tecnologías avanzadas tengan para mí un componente de emoción que no tienen para la Pubilla y sus amigos, que son nativos digitales. Cuando me da por pensar miro al interruptor de la luz, que das un pellizco en la pared y se encienden las bombillas, y me digo que cuántos acabaron en la hoguera por mucho menos. Y no digo nada de la telefonía móvil, que ni siquiera tienes la explicación del cordón. Aquí las palabras van por el aire y el aparato las coge al vuelo, como a las moscas. En ocasión para mí memorable que pude establecer comunicación con el colega desde mitad del Atlántico Sur –satélite mediante- con las costas africanas en lontananza, se me saltaron las lágrimas de emoción. Creía estar siendo testigo de un milagro. Tecnológico, pero milagro.
Uno de los sectores donde más se ha notado el cambio ha sido en el de la comunicación. La radio, la televisión, la prensa escrita de hace treinta años nos parece ahora antediluviana. Hasta que empezó el proceso de digitalización tú escribías tu texto, lo titulabas y se lo dabas al maquetador y allá él. A veces te venía, con mucho cuidado de no molestar, para que cortaras algo porque no entraba. Que no cabe, decía. Y tú lo hacías a regañadientes y le echabas una mirada de perdonavidas al “maqueta”. Luego, era éste el que te daba ya marcado el espacio y no había discusión posible. Si tenías dos columnas tenías que dejarte de florituras y buscar un titular que cupiera. Lo llamábamos “la dictadura del maquetariado”.   
Así que hoy, cuando he visto esa rueda de prensa en la que de un lado hay una panda de periodistas y de otro los hologramas de Hugh Jackman y el director de su última película me he acordado de los locutorios de Telefónica –la CTNE- y de los tiempos analógicos. Se veía venir, me he dicho. Te organizan una cosa que llaman rueda de prensa pero que no se admiten preguntas y sigues yendo una y otra vez, aceptas que el presidente del gobierno se aparezca en plasma y sigues llamándolo información en vez de propaganda, te prestas a hacer espectáculo en vez de debate y sigues diciendo que es periodismo. Tenía que pasar.
Y no es que me parezca mal, no. Me gusta el invento. Como que voy a ver si me echo a la cara el holograma de Rajoy y le pregunto si ya sabe a cuánto asciende todo eso que él dice haber perdido por dedicarse a la política en vez de a su Registro de la Propiedad de Santa Pola. Y ya puesta, a ver si me cruzo con el holograma de Zapatero y le voy a recordar aquello que nos dijo un día de que iba a empezar a recortar “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”, a ver si me explica cuánto le ha costado a él haber seguido las órdenes de la superioridad financiera competente y de frau Merkel, porque lo que ha costado a los españoles ya lo sé.
En fin, esto del periodismo de holograma no ha hecho más que empezar y puede dar mucho de sí. O de no.  

1 comentario:

  1. Mi trabajo ha sido el mundo de la comunicación, como trabajador de Telefónica, y llevas razón en lo que dices, aún recuerdo aquellos equipos que ocupaban tres plantas de un edificio para incluir unas 30.000 lineas, eso mismo se mete en la actualidad en una caja de cerillas. También recuerdo aquellas centralitas, algún compañero jubilado tiene alguna en su casa, auténticas reliquias. Fuimos los primeros en utilizar un ordenador en España, pantalla de fósforo verde, enormes, hasta que no se modernizaron un poco apenas supe como funcionaba aquello. También recuerdo las primeras pruebas realizadas de televisión por cable, se realizaron en Barcelona, tardó en implantarse esa tecnología.
    En cuanto a tecnología, nada debe de sorprendernos, lo mismo que hoy nos responde un ordenador cuando llamamos por teléfono a muchas empresas, pronto, muy pronto veremos a esos hologramas de famosos en muchos eventos, personalmente no me gusta, prefiero el contacto humano.

    Un abrazo.

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