lunes, 5 de octubre de 2015

Evora, una puerta a Portugal


Los viajeros que llegan a Portugal desde España tienen opciones muy variadas para hacerlo y una de ellas es por Évora, a un paso de Badajoz. “Esta ciudad museo, cuyas raíces se remontan a los romanos, alcanzó su Edad de Oro en el siglo XV, cuando llegó a ser la residencia de los reyes portugueses. Su calidad inimitable se aprecia en sus casas blancas decoradas con azulejos y balcones de hierro del siglo XVI. Sus monumentos tienen una profunda influencia en la arquitectura portuguesa en Brasil”, dice de ella el registro del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Hecha la presentación, los viajeros solo han de dejarse llevar a través de su entramado de calles, cuidadas, limpias, hermosas, todas ellas con algún punto interesante en el que pararse. Si el viajero ha llegado en coche, lo mejor que puede hacer es dejarlo en cualquiera de los aparcamientos disuasorios que se reparten alrededor de la muralla, prácticamente coincidiendo con las puertas de acceso a la ciudad. Ganará en tiempo y en tranquilidad porque la circulación por la ciudad amurallada es harto complicada.
Otra buena idea es situarse en la porticada Plaza de Giraldo, que es el corazón eborense y donde se encuentra la Oficina de Turismo, por si el viajero necesitara información, y desde allí acceder a la parte monumental. Si lo hace por la Rua 5 de Octubro podrá admirar la Casa de los Condes de Montealegre y la abundancia de balconadas de las casas.
A poca atención que haya prestado en su camino, el viajero habrá comprendido que ésta es una tierra habitada de antiguo. Evora es el centro de una región rica en monumentos megalíticos -el crómlech de los Almendros y el dolmen de Aguiar- aunque en la ciudad no se hayan encontrado restos de esta época.
Los primeros restos hallados son de la época romana. Cabalgando entre la leyenda y la historia, se cree que fue sede de las tropas del general Sertorio. Fue declarada municipium con el nombre de Ebora Liberalitas Julia, en honor a Julio César; en tiempos de Augusto se integró en la provincia de la Lusitania. A esta época corresponde el templo romano, cuyos restos tienen los viajeros ante sí. Lo más probable es que el templo fuera dedicado al culto del emperador pero ha hecho fortuna una leyenda del siglo XVII que le vincula a Diana, nombre con el que algunas veces es identificado.
El templo fue destruido tras la invasión bárbara en el siglo V y, posteriormente, sus piedras se utilizaron en la construcción del castillo medieval. Convertido en una torre, entre los siglos XIV y XIX fue una carnicería, lo que, a la postre, lo preservó de males mayores. En 1871 fue demolido el añadido medieval, en una restauración dirigida por el arquitecto Giusepe Cinatti.
De su estructura original se conserva completa la base -podium-, de bloques de granito. Es rectangular y mide 15 metros por 25 y 3,5 de altura. Se conservan 14 columnas en el lado norte, algunas con sus arquitrabes, sostenidos por capiteles corintios. El mármol empleado en los capitales y las bases de las columnas fue traído de Estremoz, próximo a Evora.
En el siglo III, los romanos levantaron un primer cinturón de muralla, del que se conservan unos pocos restos. Tras el dominio visigodo, Evora conoce una nueva etapa de esplendor con los musulmanes, que reconstruyen las murallas romanas y construyen un alcázar y una mezquita sobre la acrópolis.
Los musulmanes fueron expulsados en 1165 por Gerardo Sempavor -Gerardo Sin Miedo- un personaje también a caballo entre la historia y la leyenda, que operó en la zona del Algarve. Al año siguiente, Alfonso Enríquez otorgaba a Évora su primera Carta de los derechos feudales y se establecía la Orden de Calatrava, luego de Avis. La expansión de la ciudad a partir del núcleo árabe obligó a la construcción de un nuevo cinturón de muralla en el siglo XIV.
Pero cuando la ciudad brilla en todo su esplendor es en el siglo XVI, convertida en estancia de la realeza durante largas temporadas. No sólo los reyes Juan II, Manuel I -que en 1501 le concederá nueva carta- y Juan III sino también familias nobles como los Cadaval, Codovil, Gama y Vimioso se construyen palacios en Évora. A esta época corresponde también la construcción del Acueducto de Agua Plata. Pintores, poetas y filósofos dan brillo a la vida ciudadana. Destaca entre ellos, André de Resende, dominico eborense, arqueólogo famoso en su época. En 1540 la diócesis es elevada a archidiócesis y su primer arzobispo, el Cardenal Infante, funda en 1550 la Universidad de Évora, encomendada a la Compañía de Jesús, que permanecerá hasta su expulsión en 1759 por el Marqués de Pombal.
La catedral es el primer monumento de Évora. Su construcción se inició en 1186, a poco de la reconquista cristiana y se consagró en 1204. Es un templo de transición del románico al gótico. En el siglo XIV se le añadió el claustro, ya plenamente gótico, y en los XV y XVI el coro alto, el púlpito, el baptisterio y la capilla de Esporao, de estilo manuelino. Finalmente, a comienzos del siglo XVIII se construía la capilla mayor. A pesar de la superposición de estilos, la catedral, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, ofrece una sensación de unidad dentro de su grandiosidad.
Arzobispo de esta catedral y cardenal de Évora fue Enrique I, hermano de Juan III de Portugal, que accedió al trono tras la desaparición de su sobrino el Infante Sebastian, en la famosa batalla de Alcazarquivir. En 1580, al morir sin descendencia el rey cardenal, accede al trono portugués el rey español Felipe II.
La fachada, de granito rosa, recuerda vagamente a la seo de Lisboa, cuyo modelo se siguió inicialmente. Es de planta de cruz latina, con tres naves, la central de mayor altura. Su portada porticada remata con arco ojival y seis arquivoltas, con columnas en las que se asientan esculturas que representan a los apóstoles. A ambos lados de la portada se levantan dos torres asimétricas, inciadas en el periodo medieval y completadas en el siglo XVI. Un gran ventanal de tracería gótica ilumina el interior del templo.
El claustro es de estilo gótico, con clara influencia del de Lisboa. Ocupan las esquinas cuatro estatuas de mármol que representan a los evangelistas. En la capilla del fundador se encuentra la escultura yacente del obispo don Pedro, con el arcángel San Gabril y una imagen policromada de la Virgen.
El antiguo monasterio de Loios se ha transformado en Pousada. Junto a ella se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista, de estilo manuelino, y en el misma plaza donde se encuentra el Templo romano permanece el Palacio de Cinco Quinas, con sus ventanas árabes. La iglesia de San Francisco tiene una “Capilla de los osos”, decorada con multitud de calaveras y huesos humanos.
Los viajeros han llegado a Évora con el nombre del restaurante BL Lounge en la agenda y en su búsqueda darán varias vueltas por la ciudad, con lo que ganaron doblemente, porque el local valía la busca y porque en el brujuleo descubrirán el busto del dominico André de Resende realizado por el escultor Joao Cutileiro, cuyo personal estilo volverían a encontrar en el monumento al Infante Sebastián que se alza en Lagos.
Los viajeros abandonan Évora -ciudad que es Patrimonio de la Humanidad desde 1986- con la sensación de haberse dejado algo en ella y con el propósito de volver tan pronto como les sea posible.

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