jueves, 7 de enero de 2016

El resbalón

Hay dos imágenes fijas en televisión cada temporada: la silueta de la catedral de Burgos cuando nieva y las dependencias del Corte Inglés de Preciados en rebajas. Fijo.
Esta mañana, las cámaras merodeaban por la planta de señoras, que había que dar un rodeo para no toparse con ellas y pasar a la posteridad como unas marujis.
Las rebajas son una oportunidad de ahorro a condición de que se tenga la cabeza fría. En los primeros días, se encuentran a mejor precio esas piezas que te gustan pero que en temporada están caras. Te las pruebas, ves cómo te quedan y el día de las rebajas vas a tiro hecho y pagas por ellas un 30 o 40% menos. Luego hay que volver a final del periodo de rebajas y, con suerte, mejoras el fondo de armario: un abrigo de buen paño, un vestido negro, un jersey de cashemere. O no te llevas nada, que también puede pasar.
Yo iba a por un vestido para una boda que tengo en agosto que me tengo archiprobado. Es de un diseñador famoso y ya lo han rebajado un 30% pero la dependienta me ha dicho que, puesto que no me urge, espere a la segunda rebaja.
Así que me he dado una vuelta por la sección de zapatería y he encontrado a mitad de precio un par de zapatos de la marca que uso. Estaban en el cajón de todo a 49,95 y me ha costado encontrar el par completo. Emparejar el pie izquierdo en gris, negro o granate con el derecho del mismo color. Finalmente, lo he encontrado en gris y creo que he hecho una buena compra.
Por último, he pasado por la sección de chapa y pintura y he repuesto la lista de potingues que, junto con la ropa interior, son las compras fijas. A las 11 de la mañana había terminado así que me he dado una vuelta para ver si por azar encontraba la ganga de mi vida. En Mango tenían buenos precios pero ropa muy juvenil. En Zara tienen buenos precios y mejores escaparatistas pero los patronistas no piensan en las personas entradas en tallas y carnes. En Salvador Bachiller echo un ojo a los billeteros pero son todos muy grandes. Así que decido volverme a casa.
Desde la Plaza del Carmen tomo la calle de Tetuán para bajar a Sol. Me cruzo enseguida con dos parejas de policías que escoltan a dos jóvenes esposados. Dos carteristas pillados in fraganti, me digo. Delante de mi pasean sin prisa, charlando animadamente, una pareja de guiris, de mi quinta tirando por bajo. Ella es una gordita con aspecto feliz, embutida en un visonazo y pintada como una puerta. Él, un tipo bien plantado, alto, fornido, guaperas. Qué mal repartido está el mundo, pienso, un tío tan alto con una tía tan gordita.
Es lo último que recuerdo haber pensado porque, de pronto, he pillado un resbalón y me he estempanado todo lo larga que soy, que no es mucho, pero enterita. Que el suelo se ha puesto a mi altura, en una palabra. He notado el golpe en la cabeza y lo primero que he pensado ha sido en mi boina nueva -de Elósegui-, a ver si se me ha mandado. Luego, que no me podía levantar.
Inmediatamente se ha acercado la pareja de guiris, el bien plantado me ha cogido por las axilas y me ha levantado en un pis pas. ¿Se ha hecho daño?, me han preguntado. Mucho no, pero me duele un pie. ¿Le pedimos un taxi?, insisten. No, gracias, puedo andar, respondo.
Vuelvo a casa en el metro y me siento en el sillón. Quieta, no me duele. Cuando llega el colega observa que el pie está un poco hinchado. Vamos al médico, que esto tiene pinta de esguince. Como no me duele mucho, primero comemos, luego me tomo el té con el turrón sobrante y cuatro horas después del resbalón, al poner el pie en el suelo, siento como que tuviera un cuchillo dentro.
La médica mira el pie y diagnostica: Esto tiene mala pinta, y me manda a la enfermera, que abunda en el diagnóstico: Vaya golpe que se ha dado. El resultado es una inmovilización de diez días.
La boina, impoluta. Menos mal. 

3 comentarios:

  1. Bueno, lo primero que se mejore el pie, que es lo importante, y lo segundo que a mí me trajeron los Reyes unos zapatos que encontré la víspera de Reyes sin agobios ni pelearme con nadie, de una marca que gasto mucho, hechos en España, y en mi tienda habitual: 48 euros. ¡Ah!, y que teniendo en cuenta que yo y un par de bolsas con manteles, comprados en Pontejos, nos caímos todo lo largos que éramos en Maestro Vitoria, mejor evitamos esos sitios en días resbalosos :-). Lo mío fue solo un rasponcillo.

    ResponderEliminar
  2. El pie, en reposo. Las rebajas, sin agobios. Los zapatos, nacionales. Pero no puedo dejar de frecuentar la zona porque vivo en el área.
    Visto la estadística de caídas, a ver si va a ser un gen ribereño.
    Buen año.

    ResponderEliminar
  3. Criatura con lo bien que ibas, con tus rebajas controladas y disfrutando la gran ciudad...cuidate mucho y dejate cuidar ;)

    ResponderEliminar

Lo que tú digas