viernes, 19 de febrero de 2016

Don Quijote y Sancho en Bruselas


Lo primero que hacemos los viajeros que llegamos a Bruselas por primera vez es dirigirnos a la Gran Place y mirar embelesados los edificios que ornan y engalanan la plaza mayor de Europa. Enseguida, para asimilar la impresión, los españoles nos dirigimos hacia una esquina de esa plaza, donde se abre un bar que lleva el pomposo nombre de Le Roy d'Espagne, y pedimos unos mejillones, no sea que se nos olvide cumplir con el rito.

Una tontería como otra cualquiera, lo del bar, porque los belgas no son lo que se entiende por entusiastas del rey hispano, menos aún de su otrora representante, el Duque de Alba, ni de los soldados que defendían el imperio, los Tercios de Flandes, como bien puede apreciarse en el interior del local. Pero así, entre unas cosas y otras, los viajeros se percatan de que han llegado a la capital donde se asientan las instituciones y el gobierno europeos.


Para los viajeros españoles hay otro rincón en la capital belga menos famoso pero más cordial: la Plaza de España, así bautizada en recuerdo a la primera presidencia española de la entonces Comunidad Europea, en 1989. Como es frecuente en Bruselas, el nombre oficial coexiste con el nombre popular, que en este caso es Plaza Marsupilami, el personaje creado por André Franquin en las páginas de Spirou y Fantasio.

Y ahí, en ese rincón, casi colindante con las Galerías Reales Saint Hubert, en el camino que va de la Grand Place a la catedral de Santa Gúdula, se levanta un grupo escultórico en honor de don Quijote y Sancho. A los madrileños, el monumento les resultará familiar puesto que se trata de una réplica del que desde 1928 se encuentra en la Plaza de España de Madrid, obra de Lorenzo Coullaut Valera.

La réplica debió tomar sus propias decisiones u optar por la autodeterminación porque, si te fijas detenidamente, don Alonso Quijano tiene un parecido a Sean Connery que no tiene su homónimo madrileño. Da igual a quien se parezca. Ahí están don Quijote y Sancho, para contrarrestar la memoria de los Tercios de Flandes y el Duque de Alba. Aunque el día que la viajera fotografió a Alonso-Sean, éste llevaba al cuello una corbata anudada como si viniera de combatir con gigantes o de farra. Genio y figura.

2 comentarios:

  1. ¿Y Sancho que cara tenía?, la de Don Alonso Quijano está clava a Connery.

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  2. Con la de horas que he pasado allí y no había pasado a saludar a los paisanos ;)
    Me gusta viajar contigo, veo otra ciudad.
    La primera ronda en Le Roy d'Espagna, era obligada en cada misión negociadora (por cierto tienen allí también esa cervecita de frambuesas)
    Besos

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