domingo, 28 de agosto de 2016

Arcos de la Llana, la reina Juana y la Moncloa


Diez meses llevaba la reina Juana tras el féretro del difunto Felipe el Hermoso cuando llegó a Arcos de la Llana, villa próxima a Burgos, el 29 de octubre de 1507. Allí permaneció hasta febrero de 1509 mientras su padre, el rey Fernando el Católico, iba y venía a Burgos, dedicado a sus cosas. Esto es, a quitarse a la hija de en medio para poder gobernar el reino de Castilla a su antojo. Para este propósito, nada mejor que declararle loca de atar. Loca de amor. Loca, sin más. 

La declaración de locura es una táctica muy extendida entre la nobleza cuando se trata de desembarazarse de una mujer. En el pueblo vulgar se llevaba más la declaración de bruja y llevarle a la hoguera. Dos formas distintas pero igualmente eficaces de eliminar a las mujeres diferentes, a las que tenían iniciativa propia, a las independientes. Mujeres peligrosas todas ellas.  

En el caso de Juana, la varonía impenitente logró su propósito. Acabó encerrada en un mísero palacio en Tordesillas 46 de sus 76 años de vida. Eso, siendo la reina de Castilla. Da terror pensar en lo que podrían hacer con mujeres de menor rango.

Arcos de la Llana conmemora cada último fin de semana de agosto la llegada de la comitiva regia y escenifica en su iglesia el drama de la pobre reina, que encontró en su acogida un poco de sosiego junto a sus hijos pequeños, Catalina y Fernando, ambos nacidos en Castilla. Y lo hacen con tal rigor y formalidad que cuando llegan los viajeros a la iglesia y encuentran a un varón vestido con el alba, sentado con toda seriedad, la viajera cree hallarse ante el párroco hasta que el colega le saca de su error recordando que el párroco verdadero es un tipo joven al que conocieron en otra visita. 


Cualquier excusa es buena para acercarse a Arcos y ésta es una de las mejores. La representación dentro de la iglesia, con el féretro junto al altar, es emocionante por su significado pero también por la belleza del templo, una mezcla de estilos: románico, mudéjar, gótico y barroco. Su torre mudéjar, con base románica, es de las más notables de la provincia. 

De las tres puertas que tuvo Arcos de la Llana sólo queda una, sobre la que permanece el escudo de Carlos V rodeado del Toisón de oro. 

El palacio episcopal es de fábrica renacentista del siglo XVI, fue mandado construir por el arzobispo Cristóbal de Vela Acuña. El arzobispado de Burgos lo vendió en los años 40 del pasado siglo a una fábrica harinera excluyendo de la venta las columnas del patio, que el arzobispo quería regalar al entonces jefe del Estado, Francisco Franco. Las doce columnas se instalaron en la fachada del palacio de la Moncloa. Así que cuando veáis en la tele el posado de personajes ilustres ante esa fachada, o cuando posen reunidos los ministros del futuro gabinete, cuando quiera que eso ocurra, recordad que esas columnas proceden del palacio episcopal de Arcos de la Llana. El pueblo que acogió a la reina Juana antes de su reclusión definitiva en Tordesillas. 

3 comentarios:

  1. Me ha encantado el fragmento de la historia, me dejas con ganas de más...

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  2. LOCURA DE AMOR.-

    Juana de Castilla, mi reina, mi locura,
    guardas tu razón bajo el cielo castellano,
    imploras el perdón de un amor no correspondido,
    sueñas el amor que tu pueblo sí te ha dado,
    y lloras el castigo que te dio como marido,
    la Historia que es cruel y te dio lo que te ha dado.

    Lejos, por el valle doblan bronces arlanzones,
    lentos y tenaces los viejos campanarios,
    Burgos mortecina y orgullosa,
    dobla y redobla y a ti te está llamando.

    Mas, tú mi Reina, poderosa todavía,
    repudias los manejos paternales que invocando,
    locura y pasión y tal vez al mismo tiempo,
    la esperanza de Castilla y su razón de ser un pueblo,
    que por querer a su reina
    sueña quimeras que tornan en llanto.

    Lejos, a unas leguas, desde Arcos de la Llana,
    manifiestas tu poder, tu
    soberbia castellana.

    Aguanta firme pues, mi reina,
    sería tu sombra, tu paje y tu infante,
    llevaría tu manto y a tus pies yo dormiría,
    con un ojo abierto y en mi mano el estandarte.
    Guardaría tu sueño y tu sombra yo sería,
    llevaría hasta el fin tu razón, mi poesía,
    moriría por ti y no dejaría estos desolados campos.

    Traiciones te esperan, mi Reina, mi alegría,
    mi dolor, mi tormento, mi canto y mi llanto.
    No llores de amor mi Reina querida,
    entre el Arlanzón y el Duero no cogen tu llanto.
    Tordesillas prisión y convento,
    bajo el cielo azul y gris castellano.

    Piedra que es prisión y es muro y es lamento,
    sueños que una vez fueron libres y fueron fuertes,
    porque a la postre fueron castellanos,
    Comuneros libres y valientes,
    su luna de abril allí fue luna de muerte,
    y rodaron sus cabezas a los pies del cadalso.

    Y mientras, Tú, Juana, mi Reina,
    aún seguías su amor suspirando.
    Pasaron los años, Castilla es más fuerte,
    pero a su vez se va vaciando.
    ¿Quién estaba loco y quién era valiente?
    ¿Quién fue el soberbio y quién fue el inhumano?

    ¡Tú no mi Reina, voto al Cielo!
    Tú fuiste fiel a tu pueblo y a tu amado,
    fuiste querida y fuiste valiente,
    y la Historia te merece en lo más alto.

    Dime, por fin reina mía,
    si tu amor aún sigue pujando,
    y sale de entre los despojos y el polvo
    sepulcro de plomo, madera, hierro, piedra y barro.

    Amor a la postre y amor muy valiente,
    amor en el polvo, polvo enamorado,
    Granada te acoge y te guarda paciente,
    Castilla te llora y locos quedamos,
    porque nuestra Reina, Juana la Cuerda,
    nos dejó locos de amor a los que te amamos.

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